viernes, 6 de noviembre de 2015

LO APLAUDIMOS TODO

Se está instaurando una extraña costumbre, entre algunos ciudadanos, que da que pensar al resto cuando observamos ciertas imágenes en las que se nos representan, con mucho entusiasmo, gente calentando una palma contra la otra hasta producir tal irritación que la calentura no se sabe bien si puede ser apagada con un buen manguerazo de bombero.
Bombero pero toreros eran los que igual hacían más gracia que ver a determinadas personas acudir, sin vergüenza alguna, a las puertas de determinados edificios a dejarse las huellas dactilares en el aplauso y, en el peor de los casos, la garganta ante la efusividad del clamor.
Clamor popular el que se genera entre los que no acudimos a ese posible vergonzoso espectáculo, se nos irritan otras partes del cuerpo y, no son las palmas de las manos cuando vemos que se aplaude al presunto defraudador, al presunto extorsionador, al presunto amante del dinero público y, al presunto cómplice de todos ellos.
Ellos, sepas querido aplaudidor, se ríen de ti porque con tu aplauso elevas su ya de por sí dudosa calidad moral, así que cuando vayas a aplaudir a la puerta de un juzgado o, a la puerta de cualquier cárcel a uno de estos personajes, sepas que la risa a ellos les sacas pero, la lágrima al resto también, porque si aplaudimos a todos los presuntos (en ocasiones confirmados), aplaudes una forma de vida que igual nuestros descendientes el día de mañana copian, ya que el aplauso es muy goloso y, quizás, tu gesto muy asqueroso.

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